lunes, 12 de mayo de 2014

Noches de verano.

En su mano una helada copa de vino blanco. El viento meciendo su pelo, envuelto ahora en olor a mar. Un cigarrillo con sabor a canela posaba sexy en sus suculentos labios, bañados coquetamente en gloss.
Al fondo risas. Gente ruidosa y feliz que charla apaciblemente en la terraza del café de siempre.
Un blues ameniza el ambiente.

Recién llegada de su inquietante e irrefrenable vida de ciudad, Alma se reúne un verano más con su pandilla de toda la vida. Para ella es como volver a casa por Navidad, aunque le reconforta saber que esta familia está cuidadosamente elegida.

Todos se conocen con sólo mirarse. Todos siente el palpitar del otro.
Los problemas y las cargas se han quedado tras la puerta de casa de Papá. Este es el momento de rememorar antiguas anécdotas. Pillerías y trampas. Amoríos de verano, con sus historias de celos incluidas.

La comida ha sido encargada por el chef más refutado de toda la comunidad. El "guaperas" del grupo, el aún soltero de oro con el que todas trataban de acabar en la cama pero que conseguía siempre, de una forma talentosa y elegante, salir indemne de los envites de las féminas.

Marcos había seleccionado para esta ocasión un menú algo vanguardista pero, como él solía decir: "de los que llenan el estómago". No era partidario de la cocina minimalista y sus amigos lo sabían, por lo que no los decepcionó con su exquisita selección de quesos, mermeladas, vinos, foies y demás manjares con los que saciaron sus apetitos en esta noche de verano.

Por delante quedaban horas de disfrute, rodeada de buenos amigos, de sonrisas cómplices, de alcohol y conversaciones subidas de tono. Probablemente acabarían todos de nuevo en la piscina o en la playa, cantando y gritando, y pensando bajo la tenue luz de la luna, que ojalá esas noches de bohemia nunca acaben, que ojalá ese frenesí de libertad que se respira en la húmeda orilla de su preciosa costa, no se pierda entre sus agitadas vida fuera de aquél pequeño pueblo pesquero.

En unos días estarían volviendo a sus respectivas realidades. El médico, la profesora, el chef y la abogada. Todos a sus puestos y a sus ajetreadas vidas, pero seguros de que algún día volverían para no marchar jamás. Porque este era su hogar, aquí estaban las cosas importantes de sus vidas, aquí estaba la esencia de sus espíritus, esos que un día decidieron partir en busca de un futuro más prometedor, pero con el fruto del cual, volverían a casa para algo más que para Navidad...

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