Un título algo sospechoso el que he decidido dar a este post,
¿verdad? ¿Pueden, o mejor dicho, deben ser productivas las vacaciones?
El término vacaciones puede llegar a
perder parcial o totalmente su sentido si va acompañado de cualquier adjetivo
que haga referencia a la productividad o al provecho de dichos días para algo
que vaya más allá del trasnoche, de esa cada vez más peligrosa y tanoréxica
persecución del bronceado veraniego, de largas siestas, todo ello
acompañado de una exagerada ingesta de calóricos alimentos, fiesta, playa,
relax, etc…
Bien pues, debo decir que después de
semanas, casi meses, sin publicar absolutamente nada, el hecho de que lo esté
haciendo durante mis estivales días de descanso ya implica cierta productividad
en mis vacaciones sin que éstas hayan perdido ni un ápice de su sentido más
literal, pues han dado para mucho, incluyendo todo lo anteriormente descrito.
Me han hecho falta estos días de parón
para poder estar haciendo ésto justo ahora, ya que siendo más sincera de lo que
probablemente debiera, (rasgo que me caracteriza, muy a mi pesar) he de
confesar que en estas últimas semanas estaba tan sumamente bloqueada que no
tenía, no podía o no sabía expresar nada con demasiado peso o coherencia.
He comenzado a escribir, y he tirado y arrugado folios una y otra
vez, y nada de lo que conseguía articular me llenaba ni me convencía. No sabía
el porqué y era muy frustrante ya que normalmente mis post vienen a ser
conclusiones/lecciones/conversaciones que creo que muchas personas pueden tener
consigo mismas y que me gusta compartir con aquéllos a los que pudiera resultar
de utilidad, a la vez que me servía a mí misma como forma de plasmar mis propias
reflexiones y asimilarlas de mejor manera.
Hasta el punto en que llegué a plantearme la idea de que el “karma”,
algo en lo que, confieso, creo profundamente, debía estar seriamente enfadado
conmigo, pues se estaba olvidando de instruirme como venía regularmente haciendo.
Volví a leer y releer mis post antiguos, tratando de encontrarme
en ellos, y me pude percatar de que en muchos de ellos, quizá en la mayoría, se
vislumbra una cierta y arrogante nota de “yo
sé lo que me digo, señores”. Bueno, no sé si arrogante sería un adjetivo
que defina mi personalidad, creo que no, pero todos en alguna ocasión podemos pecar
de ello, y la verdad es que todos esos post con lecciones o conclusiones que he
creído ir aprendiendo con el tiempo, los finalizaba lanzando al aire algún
consejo o recomendación para los demás.
Y ahí me hallaba yo, rompiendo folios cual máquina trituradora,
leyendo pensamientos y sentimientos pasados, y sin ser capaz de saber lo que
siento ni pienso actualmente respecto a las cosas más trascendentales de la
vida…y sintiendo que ahora era yo quizá la que necesitaba de esos consejos.
Fue justo entonces cuando dieron comienzo mis ansiadas vacaciones.
“Si Mahoma no va a la montaña…”, la montaña iría en busca de
Mahoma y le diría que dónde se mete últimamente, que anda perdido en caminos
que no lo están llevando a ningún destino conveniente.
Y en ese camino de “búsqueda vacacional”, mi perspectiva de las
cosas de repente se ajustó. Ver las cosas desde fuera te permite obtener una
mejor perspectiva y captura de la realidad, y es entonces cuando tus “fotos”
trasmiten la verdad…
Te dejas llevar por el ruido del oleaje mientras sientes en la
piel el calor de la arena. Buena música de fondo como fórmula siempre perfecta
para amenizar cualquier momento.
Las amistades de siempre, las que sin hablar ya te conocen y no te
juzgan, las que te abofetean con su sinceridad de la manera más cálida y
sensible.
El calor de tus familiares más cercanos, del pararte a ver que
ellos también necesitan de ti, y de tu sonrisa, y disfrutar de su apoyo y de que
éste sea mutuo, y de sus ojos sinceros reforzados con una arrugada sabiduría.
Copiosas y tradicionales comilonas, de esas típicas de las abuelas
(léase aquí, entre otras, unas “poleás” pa´ perder el sentido). Eso no solo
alimenta el cuerpo sino también el alma.
Y cafés dobles para desayunar, y camareros guapos que te doblan la
dosis de jamón en la “tostá”, y el after-sun a granel después de la
correspondiente y refrescante ducha.
Paseos al caer el sol, fotos y “selfies” espontáneos (aunque suene
poco creíble), risas, siestas de las que te descolocan en el calendario. Y
sorprendentemente ¡ni un cigarrillo ni una copa!, es necesario aclarar que esto
es solo posible si no eres fumador de a diario, obviamente.
Unas vacaciones sin tacones, ni maquillaje, sin filtro en las
fotos, sin resacas. Unos días realmente sentidos y vividos para poder seguir
sintiendo la vida desde la humildad y la dignidad necesarias.
Y desprendiéndome de mi ocasional arrogancia, mis conclusiones me
las voy a quedar en esta ocasión para mí, y lo único que diré a modo de resumen
es:
Saludos y ¡feliz rutina/vacaciones!