sábado, 1 de agosto de 2015

Mientras las revoluciones terminan...

Sábado veraniego por la mañana, y tras ejercer un poco de ama (de casa), dueña (ejem…inquilina), y señora (¡señorita!, por mucho que quieran abolir este apreciado término) de éste, mi nuevo hogar al que llamo mi pequeña ratonera, os escribo mientras espero que finalice el programa de centrifugado de la lavadora, antes de irme a la piscina a entregarme al Astro Rey. 
El centrifugado, ese programa en el que el suavizante simpatiza con el resto de integrantes de la colada. Me lo imagino ahí dentro, dando vueltas como el resto pero sin perder el norte. El tío sabe bien lo se que hace, y acaba poniendo a todo Cristo más suave que un guante. Toda pandilla que se precie debería contar con un integrante que haga las veces del suavizante. “El Perlán” lo podríamos llamar. Sí, sí. Ese amigo en el que estás pensando ahora. El “tocapelotas” oficial del grupo. El “Pepito Grillo” cojonero, que saca a pasear la lengua un rato y nos pone a todos en nuestro sitio. Y lo quieres odiar pero no puedes. 

Súper necesario en todas esas situaciones en las que se nos van las cosas de las manos. Por ejemplo: botellones estivales. Esos en las que el calor hace que nuuuuunca jamás acabes entrando en discoteca alguna, por lo que empinamos el codito como si de un deporte olímpico se tratase, y ahí el ganador de la medalla de oro se lleva un diplomita escrito a puño y letra (a fuego, más bien) por nuestro colega “el Perlán”. Lo repugnas, sí, pero al día siguiente te vienen a la cabeza todos esos recuerdos que la ginebra haya querido que conserves, porque ésa sí que sabe de dejar tranquilas las conciencias con su efecto amnésico que “delete-a” todo aquello que se acerque a la vergüenza ajena, y entonces lo amas, lo amas profundamente y lo elevas a la categoría de “herman@ mayor”. Como ese familiar modernito, divorciado y  liberal que no cuenta a tus padres las bizarradas del “week-end”. Entre otras cosas, porque repetirlas con un plus de 10 años, también contiene un plus de delito…

Otro ejemplo podría ser ese momento en el que te cruzas con una ex de tu chico. ¡¡¡Oioioioioi!!! Ahí a nuestro amigo, el suavizante, le da un parraque. La criatura se teme lo peor. Le entra el tembleque cuando ve que en tu mirada comienza a engendrarse el hijo de Satán. La malicia personificada. El ansia de perpetrar un asesinato. Y es que claro…tú no alcanzas a entender qué fue lo que pudo ver tu novio en esa niña tan vasta y tan vacía. ¡Si es que es el sinónimo gráfico perfecto de la simpleza! (que no de la sencillez, que no es lo mismo). Es más básica que el Kit de manicura de un troglodita. Y por aquello de que los hombres reemplazan y nosotras nos superamos…tú despejas la “X” pero ¡no te salen las cuentas, oiga! 

Lo peor viene cuando la ex eres tú y con quien te encuentras es con la consorte oficial. Y si ya mezclamos esta situación con un botellón estival…madre mía no quiero ni imaginarlo. El que acaba esa noche en Urgencias con un principio de angina de pecho es nuestro queridísimo-odiadísimo amigo “El perlán”. El producto sin cuyo toque, todos iríamos por la vida más tiesos y rasposos que la lengua de un gato. ¡Menuda colada!

A todos ellos, en mi nombre y supongo que también en el vuestro, quiero dedicarles este mini-post veraniego. ¡GRACIAS, Pepitos Grillos! por “cantarnos” las cuarenta cuando más lo necesitamos.

Y ahora me voy a dar un chapuzón, no sin antes tender la ropa…(mátame camión).

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